En la antigüedad era una costumbre extendida acudir en peregrinación a los oráculos de las sibilas en pos de legitimar decisiones políticas o bien solo por el hecho de tentar la suerte del destino. Dan cuenta de ello la vastedad de las obras clásicas griegas, como la Eneida de Virgilio. Es bueno decir, llegados a este punto, que el trato dispensado por la sibila era más bien arcano y críptico, lo cual no siempre beneficiaba su entendimiento, cuando no, más bien obstruía el deseo del consultante.
Han querido los avatares de la historia que esta mediación entre lo divino y lo terrenal se extendiera e hiciera patente también en el coro de las tragedias griegas, que de una manera colectiva comentaba las diferentes circunstancias y peripecias en las cuales se veían imbuidos los héroes de las mismas.
Alejados ya de antiguos y mitológicos relatos, es bueno reparar en que la expresión de la música coral ha llegado hasta nuestros días, no hablando con gesto ampuloso y grandilocuente de encarnizadas gestas, pero sí manteniendo un tono filosófico e introspectivo que nos habla acerca de la naturaleza del ser humano y de la vida toda.
Haciéndose eco de estas reflexiones, el entrevistado en esta ocasión une modernidad y tradición, manteniendo vivo el ya muy extenso legado de la música coral bahiense, asegurándonos que el vínculo entre lo terreno y lo divino perdurará por muy largo tiempo.
Años escolares y descubrimiento de una vocación
Recuerdo que comencé a cantar desde pequeño, bajo la dirección de Favio Arévalo en el coro de niños del colegio Don Bosco. Uno de los pocos recuerdos que conservo de la escuela primaria es cuando Favio dictaba los nombres de quienes habían quedado para formar parte del coro de niños. En ese momento nos habíamos metido porque quienes quedaban seleccionados se ausentaban de las horas de clase. Anotó mi nombre y ahí mismo descubrí que me encantaba cantar.
Le tengo mucho respeto y cariño porque a mí la pubertad me pegó muy temprano. En ese momento no quería cantar más, ya no llegaba a la tercera voz, que sería la voz de tenor, y dejé en ese último año de la primaria. De hecho, ese fue el único año en el cual no canté en coro.
Luego, pasados unos años, me sumé al coro de jóvenes del colegio Don Bosco, y desde aquel momento hasta el día de hoy no hubo un solo año en el cual no cantara en coros. Con esa agrupación realicé mi primer viaje importante. Fue en el año 2013, en Mar del Canto, una experiencia espectacular que me marcó profundamente. Allí tuvimos la oportunidad de escuchar a un coro polifónico de Montevideo, que realizó nada más y nada menos que el famosísimo número “O Fortuna” de Carmina Burana, algo que nos sorprendió a todos, ya que no es un repertorio que se aborde usualmente en ese tipo de encuentros corales.
A partir de ese momento, el coro comenzó a crecer muchísimo, ya que queríamos ponernos a la par de aquello que habíamos escuchado. Estábamos sumamente estimulados por esa experiencia que nos marcó como grupo. Podría decir, sin lugar a dudas, que en aquel momento decidí lo que quería ser.
Luego, tuve un efímero paso por la Universidad Nacional del Sur en la carrera de Ingeniería en Sistemas. Estuve aproximadamente un año y medio. Luego, entré al Conservatorio.
Si bien, a nivel de viajes, he tenido experiencias, como quien dice, más grandes, ya sea cantar junto a la agrupación Cantarte en Buenos Aires, o bien viajar a Colombia con La Tregua, este viaje a Mar del Plata fue definitorio. Fue una sensación que creo no voy a superar nunca, y hasta el día de hoy sigo buscándola.
Referentes y años de formación
A lo largo de los años, tuve la suerte de cantar en un montón de coros. Me dirigieron Nicolás Saveanu, Carmelo Fioriti, Virginia Merlini de Komansky y Pedro Garabán, entre otros. Luego de mi breve paso por la universidad, ingresé al Conservatorio de Música de Bahía Blanca, asistido, una vez más, por Favio Arévalo, quien me acompañó en el trayecto de incorporarme a la institución.
Una vez allí, conocí a otro de mis referentes, el docente Edgardo Matoso. Previamente, también tuve la suerte de compartir el espacio áulico con otros docentes, como son Javier Jacobi, Cecilia Merizzi y Florencia Hernandorena, que sería, más adelante, compañera en el Coro Estable de Bahía Blanca. Con Edgardo, también compartí la experiencia de acompañarlo como coreuta en las agrupaciones Cantarte y Coral Punta Alta.
La mencionada agrupación Cantarte, dirigida por Edgardo Matoso, la tengo por referente en cuanto a su propuesta estética y musical, tomando muchísimos elementos para llevarlos a mi coro, Uniendo Raíces. Incluso, tuve la oportunidad de celebrar con ellos su vigésimo aniversario. Luego, por diversas obligaciones, tuve que dar un paso al costado.
Mención aparte merece la experiencia en el Ensamble La Tregua, dirigido por Danilo Grimoldi, con quien tuvimos la posibilidad de viajar a Colombia, trascendiendo las fronteras del país, experiencia que también resultó fundante.
Mi paso por el Conservatorio me ha dejado muchísimas enseñanzas, especialmente el amor por los compositores argentinos. Me fascina especialmente la obra de Carlos Guastavino. De hecho, quisiera abordar muchísimo más de su obra con mi coro, Uniendo Raíces, material que no es tan explorado dentro de las propuestas corales. Gracias a él, terminé conociendo a otros compositores como Alberto Ginastera o Carlos López Buchardo.
En algún momento me gustaría cerrar mi etapa dentro del Conservatorio, llevando a término la carrera de canto lírico, para lo cual me restan aún dos años. Es un anhelo que aún no descarto, sobre todo porque guardo un enorme cariño por esta institución que me cobijó.
La propuesta de Uniendo Raíces
En el marco de los festejos de los 10 años del Coro de Jóvenes del Colegio Don Bosco, surgió la inquietud, junto a compañeras y compañeros, de formar un coro con una impronta más personal. Gracias al estímulo oportuno de estos amigos y amigas, y asimismo a la fortuna de haber conocido a Abelarda, alma mater de Fanes, el coro cuenta con un espacio excepcional para llevar a cabo tanto sus actividades de ensayo como sus presentaciones.
En Fanes no solo llevo adelante la actividad coral, sino que además tengo un espacio donde doy clases de canto, sobre todo a nivel inicial. Alumnos que quizás no se animan por el momento a largar la voz, o bien están haciendo sus primeras armas. Una vez que veo que ya están encaminados, los invito a buscar a otro maestro, ya que no me considero un gran maestro de canto.
La actividad del ensayo del coro Uniendo Raíces se lleva adelante en Fanes, los días lunes a las 20 horas, llueva o truene.
El coro comenzó con muy poquita gente. Creo que trece personas, incluyéndome a mí. Esto hacía que nadie pudiera faltar a las presentaciones, ya que de suceder, esto se notaba mucho. Lo que mantuvo al coro unido como grupo, sin duda alguna, fue, entre otras cosas, el lugar, el espacio.
Como coreuta he atravesado espacios de lo más heterogéneos, con mayores o menores comodidades. Pero un espacio como éste no se ve todos los días, y sin duda privilegia el hacer de la propuesta coral.
Uniendo raíces, ofrecen su propuesta mayormente música popular. Desde luego que podemos encontrar, entre las obras que interpretamos, obras de un corte un tanto más académico, como puede ser, por ejemplo, En los surcos del amor, que propone una mixtura entre la música popular y la música llamada académica.
Asimismo, podemos encontrar mucho folclore argentino y propuestas más ligadas al negro espiritual. Otro coro que se dedica a la música popular y que tengo por referencia es el coral Piedras Blancas.
Desde luego que existen un montón de coros con una propuesta de lo más diversa y amplia, como por ejemplo el Coro de Jóvenes de la Ciudad, donde tengo la oportunidad de compartir junto a David de la Fuente, su director, en calidad de preparador vocal.
Este coro es muchísimo más que un semillero de coreutas, es en sí mismo un coro hecho y derecho. Se da un maridaje entre la música académica y la popular, que funciona de lo más bien, con resultados de excelencia.
Justamente en el repertorio de este coro también se da un maridaje entre la música académica y la popular que funciona de lo más bien, brindando a los oyentes una propuesta estética de lo más atractiva.
Los avatares del destino han querido que se mantenga en una franja etaria más bien joven, pero esto no es algo que hayamos buscado adrede, se dio por sí mismo. Creo que hoy por hoy el integrante más joven tiene alrededor de 17 años y el mayor alrededor de 30.
Tengo varios coros de referencia, entre los cuales puedo citar Cantarte de Punta Alta, bajo la dirección de Edgardo Matoso, el coro de la Universidad Nacional del Sur, dirigido por Pedro Garabán, y La Tregua, dirigida por Danilo Grimoldi.
La Tregua y el viaje a Colombia
Siento que lo que se logró puntualmente con La Tregua fue gracias al nivel del “producto musical”.
El viaje a Colombia no se dio simplemente por el hecho de llegar a recaudar el costo que implica realizar un viaje al exterior, sino que el hecho de ser invitados a participar de un evento tan grande ya da muestras de que la propuesta es de interés.
La dinámica de los ensayos fue realmente muy demandante. Danilo Grimoldi (su director) se detenía en cada detalle, lo cual, evidentemente, dió sus frutos.
Tanto para David de la Fuente como para mí, que somos además de coreutas, directores de nuestros propios grupos en otros ámbitos, fue una experiencia sumamente enriquecedora, de la cual extrajimos dinámicas de trabajo y también un renovado repertorio, el cual, paulatinamente, vamos incorporando, en mi caso puntual al coro que dirijo: Uniendo Raíces.
La invitación fue extendida por la Universidad Industrial de Santander (UIS), que es una provincia de Colombia. Allí cuentan con un auditorio de primera línea y con técnicos que graban las funciones que en este encuentro coral se suceden. Todo con un grado de excelencia tal que nos resultó sumamente motivador para nuestro hacer.
Allí pudimos disfrutar de la performance del coro de la UIS, que abarca un repertorio vastísimo, yendo desde la música popular, como puede ser la cumbia, hasta obras de corte eminentemente clásico, como son las obras de Alberto Ginastera. También tuvimos la fortuna de compartir con el autor de algunas obras que interpreta La Tregua, el compositor y arreglador César Alejandro Carrillo, de una gran sensibilidad estética y persona entrañable.
Fue muy grato conocerlo, y me impactó lo alegre que es, pese a los diversos avatares a los cuales se ha visto sujeto a lo largo de su vida.
Como dato de color, que forma parte del folclore de todos los viajes, puedo comentar que al mencionarles a los colombianos la amplitud térmica de la ciudad de Bahía Blanca, quedaron impactados acerca del gran espectro que abarca. Asimismo, tuvimos la posibilidad de probar todo tipo de frutas de colores inimaginados, además de degustar las muy famosas hormigas culonas, experiencia que no tengo en vista volver a repetir por lo pronto.
Participación en el Bahía Blanca Opera Studio
También tengo, desde luego, mi faceta solista, la cual llevo adelante en el Ópera Estudio de Bahía Blanca. El año pasado me invitaron a participar de la ópera La ocasión hace al ladrón, de Rossini.
Si algo caracteriza el hacer de Ópera Estudio Bahía Blanca es privilegiar lo vincular a la hora del trabajo creativo, algo que me parece fundamental y que desde luego se traduce en la escena.
Me divertí muchísimo en este proyecto, particularmente con la puesta en escena que era sumamente dinámica. A la vez pudimos abordar también diversas temáticas que involucran la coyuntura que nos atraviesa.
Este año tuvimos la posibilidad de abordar un material diametralmente opuesto al que habíamos abordado anteriormente. Trabajamos a lo largo del año la ópera Gianni Schicchi, de Puccini, con una propuesta armónica, rítmica y desde la construcción motivica que desafió a todo el grupo, tuvo también un gran crecimiento. Es increíble cómo Puccini, el compositor de la Toscana, es capaz de llevar a la partitura las diferentes tipologías y sentimientos que atraviesan al ser humano.
Las puestas de Felipe siempre destacan por su originalidad y a la vez aportan y dotan a la obra de ribetes que quizás en una primera instancia permanecen soslayados. El público destacó especialmente lo hilarante de la puesta en escena.
Integrante del Coro Estable de Bahía Blanca
El año pasado, tuve la suerte de entrar al “estable” luego de una audición muy linda y con mucha competencia. Tener la oportunidad de trabajar del arte es, sin dudas, un gran privilegio, no sólo desde el punto de vista de la materialidad y la tranquilidad que esto aporta, sino porque cantar en este espacio nos habilita la posibilidad de abordar un repertorio que, por sus características técnicas y estilísticas, sería prácticamente imposible de abordar en otros ámbitos.
Sería impensado, por ejemplo, abordar el réquiem de Mozart o un réquiem alemán de Brahms en un coro vocacional, y menos aún hablar de la posibilidad de incursionar en el repertorio operístico. Destaco especialmente en las últimas temporadas las funciones de Suor Angelica y Madama Butterfly, ambos títulos del compositor italiano Giacomo Puccini.
Formar parte del Coro Estable de Bahía Blanca hace que lo valore también como un espacio de luchas laborales que hay que seguir, desde luego, defendiendo a lo largo de los años. En este ámbito, tengo el privilegio de ser dirigido por grandes como Pedro Garabán, de quien admiro su resiliencia y su capacidad de reinventarse constantemente. Asimismo, también agradezco compartir los ensayos con Gustavo Gallo, un músico sin duda alguna brillante.
Cantar en las filas del coro también me da la posibilidad de participar de audiciones que me sirven para seguir creciendo y escuchando a compañeros y compañeras que tienen muchísima experiencia en el hacer coral. Menciono especialmente a Alfredo Miranda, barítono del coro, con quien también comparto no solo las filas, sino también la actividad en el Opera Studio.
Mención especial para el público bahiense que siempre acompaña efusivamente las diferentes propuestas de los organismos artísticos del sur. Sería deseable también que quizás en un futuro los organismos tuvieran la posibilidad de exceder la ciudad y extender su actividad a zonas aledañas.
Palabras y saludo final
No cabe duda alguna que la actividad coral contemporánea poco tiene que ver ya con los funestos oráculos de la antigüedad y las imperecederas tragedias griegas. Antes bien, nos invita a reflexionar acerca de diversas vicisitudes del cotidiano, como la vida y la muerte. Universales que atraviesan a la existencia humana toda. El orgánico coral no sólo entrelaza en un contrapunto infinito voces e incontables melodías, sino que también hila en una madeja perpetua historias y corazones, cimentando lazos que perduran a lo largo de toda la vida.
En tiempos laudatorios de lo perentorio e incapaces ya de privilegiar procesos a largo plazo, la propuesta de Franco y su coro, Uniendo Raíces, se erigen como una voz rupturista y disidente, acercando una propuesta que abraza la tradición de la vida coral de la ciudad y a la vez sugiere un aire renovado y fresco.
Ya se escucha a lo lejos el murmurar de un Salmo antiguo y siempre nuevo, que pronto se desvanecerá en el aire. Quien estas líneas suscribe, también verá pronto el desvanecer de sus palabras y su pluma. Al menos, hasta la próxima ocasión.