Creadora del Ballet del Sur y de la Escuela de Danza de Bahía Blanca, maestra reconocida tanto en nuestro país como en el exterior, Alba Lutecia sembró un camino que sigue dando sus frutos en cada nuevo alumno que desea aprender a bailar, en cada docente dedicando su vida a la enseñanza de este arte y toda vez que se abre el telón para una nueva y esperada función.

Nacida en la por entonces Ciudad Universitaria de La Plata, creció en una familia donde la cultura, el arte y la ciencia eran parte de la vida cotidiana gracias a sus padres, el doctor en Física y Matemática José Bernardo Collo y Hermilda Asta Ferrero, eximia pianista. Desde su primera infancia, Alba mostró una completa inclinación por la danza clásica, por lo que comenzó su formación cuando tenía cinco años, contando a lo largo del tiempo con la tutela de maestros destacados de la época, como Crawford, Watson, Silnicki, Tomina, Lee, Galanta, Borowsky y Esmée Bulnes. Junto a ella llegó a bailar en el ballet de Colonel de Basil y Serge Gregorieff, entre 1942 y 1944, período en el cual creó un cuerpo que incluiría como partenaires a Vasil Tupin, Hugo de la Valle y Víctor Moreno. Más tarde bailaría con el cuerpo de baile del Teatro Argentino de La Plata, así como también para el ballet de Vassili Lambrinos, con el cual llegó a Bahía Blanca.

Los inicios del proyecto

Alba había recorrido los escenarios de Europa pero, por razones laborales de su esposo, debió radicarse en nuestra ciudad tiempo después, y fue entonces cuando imaginó la posibilidad de ampliar el abanico cultural con la creación de una escuela de danzas y un ballet estable. La concreción de su sueño llegó entre 1956 y 1962, cuando creó y dirigió ambos organismos.

Al evocar en distintas entrevistas los primeros tiempos, siempre señaló que su preocupación había sido “brindar una adecuada preparación técnica a los bailarines, a la vez de inculcarles una cultura general”. Y está claro que su pasión por este arte, como bailarina y docente, la estimuló a proyectar hacia la sociedad todo lo que sabía y sentía, poniendo en práctica -para llevar a cabo dicha tarea- un plan de estudios que no existía todavía en el ámbito de la provincia ni tampoco en el Teatro Colón, e incorporando además materias como anatomía y fisiología.

Las primeras clases particulares fueron dictadas por ella misma en la sede de la Sociedad Italiana de la calle Blandengues. A esta actividad le siguió la fundación y dirección del Seminario de Danzas Clásicas del Instituto Tecnológico del Sur, junto a la pianista Susana Nigro, quien acompañaría la obra con su talento y formación durante muchos años. Y de tal Seminario nació el Ballet del Sur, compañía que inició la actividad en 1956 y se mantuvo como un organismo privado hasta 1961, año en el que fue oficializado y continuó trabajando con la conducción de su fundadora. Desde sus comienzos contó con un vasto repertorio integrado por las más elevadas expresiones del ballet universal, como «Coppelia», «Giselle», la versión integral de «El Lago de los Cisnes» y «Gayané», entre otras, con las cuales se hicieron innumerables actuaciones y giras artísticas por el interior del país y la Capital Federal, así como también en el extranjero.

En el año 1965, Alba Lutecia fue nombrada por el Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires como Directora de la Escuela de Danza y Profesora de Técnica de la Danza del Teatro Argentino de La Plata, designación que no aceptó para poder continuar con la obra emprendida en nuestra ciudad. Pensemos que en 1953, cuando ella inició su trabajo, aquí solo existían manifestaciones incipientes y parciales del arte de la danza. Y podemos estar orgullosos de que Bahía Blanca -no siendo capital de provincia- se convirtió en la única ciudad de la Argentina en contar con una Orquesta Sinfónica, un Coro Estable y un Ballet.

En nuestros días, este último depende del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, y continúa realizando una gran labor de divulgación estética y cultural, sumando a su repertorio obras de los más importantes creadores argentinos y extranjeros, y contando siempre con la presencia de un público ávido de disfrutar de las diferentes manifestaciones del arte de la danza.

Alba falleció en agosto del 2006, pero la pasión que puso en su obra y en todo lo que emprendió continúa viva en aquellos que tomaron la llama para seguir iluminando vocaciones en el arte de danzar.